domingo, 22 de junio de 2008

Yo, Jacobo



Desde el Borda



¿Por qué está internado en este sitio?



Según los médicos debido a que estoy enfermo. Trastornos mentales. Yo creo sin embargo que la mayoría de la gente padece de trastornos mentales, incluso los propios médicos. El que más o el que menos padece de psicosis.
¿Y es que alguien sabe lo que es el alma, lo que es el intelecto? En el año 1942 me aplicaron electroshock. Se ve que querían sacarme la enfermedad del cuerpo. Pero yo no me quejo.
Los médicos son buenos, hacen lo que pueden. Recetan, dan consejos... Y además si me fuera de acá ¿adonde iría? No tengo nada, no tengo a nadie.



¿Cuál es esa demencia que se invoca en su poesía?


Es la demencia en sentido total.
Hay formas que obedecen a los nervios centrales y otras a los periféricos. Y puede ser también un castigo. El que va a nacer elige ser bueno o malo. Eso también pasa hasta con las vacas. Ahora bien, la mayoría de los dementes tiene la médula desviada. Cualquier enfermedad, aún el cáncer, es estado de locura. Y hay incluso gente que se alegra de estar loca. La demencia debe ser vista desde un punto de referencia moral. Y a esa pobre gente que está en este hospicio, habría que darle buena comida; la comida es mala. Enseñarles a sentarse en la mesa, a no robar, a no blasfemar. Y cambiar fundamentalmente la higiene. En mi poesía invocaba la locura. Aquí se conoce la locura. Ya estaban anunciados mis sufrimientos. Yo soy el Jacobo Fijman que aparece en los textos de Notredamus. Y ese día vi como un puñal.
Y me dije:"Quien sabe lo que van a creer de mí, quien sabe lo que van a hacer de mí". Pero yo nunca he querido ser dictador. Ni matar a nadie. Soy un santo.

¿Se siente un enfermo mental?

No. Rotundamente. No. En primer lugar porque tengo intelecto, agente y paciente. Y mis obras prueban que no sólo soy hombre de razón, sino de razón de gracia. Los médicos no entienden esas cosas. Se portan fácilmente bien. Pero no pueden ser lo que no son. Simplemente toman la temperatura de la piel. Dan pastillas, inyecciones, como si se tratara de un almacén. Y olvidan que en el fondo es una cuestión moral. Y es que no conozco a nadie que pueda entender la mente. Sin embargo no los odio. Hacen lo que pueden. Lo terrible es que nos traen para que uno no se muera por la calle. Y luego todos nos morimos aquí.

Reportaje a Jacobo Fijman, por Vicente Zito Lema

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