jueves, 29 de junio de 2017

Miradas



De reojo advertí que un hombre me espiaba a través del ventanal. Quizás pensó que yo era el señuelo de un posible robo. O una despreocupada mujer sin “cosas” más importante para hacer; que no tenía ni puta idea de la realidad, ni de cómo se nos ríen en la cara los supuestos benefactores de la cosa pública. Habrá pensado que el dolor y el desconcierto ajeno me tiene sin cuidado si podía perder el tiempo de esta forma: esperando que caiga, una vez más, el sol. Era evidente que no me entendía… si me hubiese entendido se habría parado junto a mí a mirar el ocaso.
Ahora, sobrevuela el murmullo de una tormenta…

El hombre seguirá espiando la vida tras el ventanal. Yo sólo espero que deje de llover para seguir capturando puestas de sol.



martes, 6 de junio de 2017

veredas




  Me he mudado tantas veces que no podría aventurar el número de puertas de calle con sus respectivas veredas que me tuvieron esperando, no sé  bien qué, pero esperando. De pie, al sol, bajo la lluvia, sentada como un indio sin fogata ni antepasados. Fueron tantas. Pero hay una vereda imposible de olvidar. Sería capaz de reconocerla  desde Júpiter, si existiese la posibilidad de mirar desde allí y me acompañaran estos ojos cansados.  La única vereda donde vi nacer escaleras que iban del infierno al cielo.  La única vereda donde escribí nombres en corazones de tiza. La única que me esperó, muchísimos años después, sólo para preguntarme cómo habían quedado las cicatrices de mis rodillas… y las de mi alma.