domingo, 15 de junio de 2008

El Haber - Vinicius De Moraes




Resta, sobre todo, esta capacidad de ternura
esta intimidad perfecta con el silencio
esta voz entrañable pidiendo perdón a todo:
-¡Piedad! porque ellos no tienen la culpa de haber nacido...

Resta este antiguo respeto por la noche, este hablar bajito
esta mano que tantea antes de tomar, este miedo
de herir tocando, esta fuerte mano de hombre
llena de mansedumbre hacia todo lo que existe.

Resta la inmovilidad, esta economía de gestos
esta inercia cada vez mayor ante el infinito
este balbuceo infantil de quien quiere expresar lo inexpresable
este irreductible rechazo a la poesía no vivida.

Resta la comunión con los sonidos, este sentimiento
de la materia en reposo, esta angustia de la simultaneidad
del tiempo, esta lenta decomposición poética
en busca de una sola vida, una sola muerte, un solo Vinicius.

Resta este corazón quemándose como un cirio
en una catedral en ruinas, esta tristeza
ante lo cotidiano; o esta súbita alegría
de oír pasos en la noche que se pierden sin memoria...

Restan las ganas de llorar que despierta la belleza
esta cólera ante la injusticia y el desencuentro
esta inmensa pena de uno mismo, esta inmensa
pena de uno mismo y de su fuerza inútil.

Resta este sentimiento de la infancia arrancado
a pequeños absurdos, esta tonta capacidad
de reír sin motivo, este ridículo deseo de ser útil
y este coraje para comprometerse sin necesidad.

Resta la distracción, la disponibilidad, este dejarse estar
de quien sabe que todo ya fue como es en lo que vendrá
y al mismo tiempo estas ganas de servir, esta contemporaneidad
con el mañana de los que no tuvieron ayer ni hoy.

Resta la facultad inconmovible de soñar
de transformar la realidad, dentro de esa incapacidad
de no aceptarla sino como es, y esta visión amplia
de los acontecimientos, y esta impresionante

E innecesaria preciencia, y esta memoria anterior
de mundos inexistentes, y este heroísmo
estático, y esta pequeñísima luz indescifrable
a la que los poetas dan a veces el nombre de esperanza.

Resta el deseo de sentirse igual a todos
de reflejarse en miradas sin curiosidad y sin historia
resta esta pobreza intrínseca, esta vanidad
de no querer ser príncipe sino del propio reino.

Resta este diálogo diario con la muerte, esta curiosidad
ante el momento que vendrá, cuando, apresurada
ella entreabra mi puerta como una vieja amante
sin saber que es mi última novia.







Especial para la revista Crisis (1976). Traducción: Santiago Kovadloff

1 comentario:

Javier dijo...

Las personas quizas sean todas iguales, quizas lo unico que las diferencia es la mascara que llevan impuesta.
Muchas son de felicidad, otras de sabiduria, otras de compadradas.
Y entre ese concierto de mascaras se encuentra la de la tristeza.
Una mascara sin rostro, un sonido que no es oido. Saber que muchas cosas se han perdido, que muchas cosas no son lo debido.
Encontrarse en un mundo perdido, que no tiene ni siquiera el mas minimo sentido.
Temor, miedo, llanto, angustia ya son muchos ingredientes para hacer una mascara, quizas de todas las que haya sea la mas pesada.
Solo resta saber quien es el que la lleva, ver en espejos sin reflejos el rostro verdadero, el que nos forma, el que siente.

Tan solo resta saber quienes somos.