martes, 3 de junio de 2008

Ejercicio




Yo:


¿Quién dijo que hablar de la tortura no es lo mismo que torturar?


No me acuerdo; pero debe ser cierto porque varias veces fue personaje torturador
- lo confesó- y sin embargo no se sintió tan mal como en la tarde de ayer cuando gastó doce pesos con cincuenta centavos en un libro sobre Bonsai y treinta y cinco pesos en un pequeño ombú que se convertirá en su víctima.


El libro aclara que esta tortura milenaria no es fácil. Lo creo.
Tiene que alambrar las raíces; darle agua hasta el punto máximo de saturación; quitarle el agua hasta que la tierra tomo la coloración gris. Cortar las ramas. Hoy luz, mañana sombra.
¡Qué lucha ésta, la de torturar! Imagina al ombú, libre, en el fondo, junto a la Santa Rita. Lo imagina mientras acomoda los adornos para poner la macetita en la mesa ratona.


Empieza por acá, con la inútil resistencia de la planta pero aprenderá a alambrar tus palabras, a arrinconarte para que supliques…


No desesperes. Con tu paciencia y una manito de tiempo será alguien más de los tantos que rondaron tu existencia.




Y el Sr. Grinftla respondió:


De a poco pinta su opresión. Cambia las cosas de lugar para que se adapten.
El bonsai es su victima, pero creo que no lo es del todo. En todo caso ambos son victimas.
O quizás ambos juegan lo mismo. El modifica, pero necesita reglas. De otra forma la planta moriría.
Un día haciendo una cosa, otro dia modificando otra. Ambos están atados el uno al otro. Se convierten en Dr jekyll y mr Hide. Uno dependiendo del otro.
La planta se dejara modificar, pero tiene que saber bien que hacer.
Hay que transformar para tranformarse. Y así hasta que solo sean un ente.
Si no se logra ambos estarán muertos.


Besos.


PD: Cuando entiendas lo que escribí recién avisame así me explicas.

1 comentario:

Javier dijo...

El amor modifica en ambos sentidos. Si algo falla ambos mueren.