viernes, 18 de noviembre de 2011

Caracolas (Asociación cautiva)

Yo jamás hablo de libertad” Jacques Lacan







Quién no  acercó una caracola a su oído
y  descubrió
una  playa desierta
el desmoronarse de los castillos
las campanas de la Atlántida
llamando a orgía
un  mar grave
empetrolado
cien botellas de ausencias
el gemido andrógino de  las dunas


Quién no  acercó una caracola a su oído
y  quebró
El silencio de las algas
Reteniendo la partitura
del viento 
rebelde
 entre la piel
y la camisa desprendida
del cadáver
los huesos de los barcos
la carta sin estampilla
las alarmas del Belgrano
el  tiritar del pañuelo
 de Alfonsina
con sus puntas
anudadas


Quién no acercó una caracola a su oído
Y comprendió
eso que uno siente sin oir
el llanto de la marea
mientras danzan los cangrejos suicidas
el rumor de los corales
 despechados
-ese desequilibrio perfecto  del amor-
O el reproche
 circular
de la propia conciencia. 

viernes, 11 de noviembre de 2011

Del Inconveniente de no haber muerto

 « Nunca entenderé cómo se puede vivir sabiendo que no se es, por
lo menos, eterno »
E.M. Cioran « De l’inconvénient d’être né »



Emil exorcizando demonios 



¿Cómo morir si carecemos de memoria?

La muerte es un largo aprendizaje  dibujado sobre pentagramas de tiempo. Conciencia de finitud  sólo posible si funciona el recuerdo.  La muerte acontece sólo si angustia, si duele, si obliga a elegir. Pero nuestro hombre no recuerda quien es; quien fue. No sabe que se apaga, que el vacío en el pecho es ese  famoso motor que movió su mano durante medio siglo. No recuerda. No sabe. No quiere saber. Olvidó  el inconveniente de haber nacido, sus caminatas, sus pasiones. Quizá en algún lugar de su caduca memoria haya sonado Bach antes del categórico silencio.



Volver a 21 rue de l'Odéon. Sola. Saber su propio nombre: Simone Boué. No sin coraje, acceder al cuarto de su compañero. Papeles y papeles y papeles. Omitir el “para destruir” de  una caligrafía que la incita a seguir llorando.  Reponerse y comenzar  la  tarea. Ahora sin él.
Copiar. Completar. Editar. Seguir copiando hasta que el mar le cobre alguna deuda pasada. Septiembre de 1987.  Y otra vez silencio.

 Sin memoria no hay muerte propia. Y un refuerzo para que no quepan dudas sobre la irremediable negación : con memoria no hay muerte ajena.  

Pocos muebles, algunos libros, alfombras, un par de mesas. Los herederos haciendo un inventario con ojos editoriales. En otra parte del edificio se escucha una voz:



- Un hogar sin dueños es pocilga, comenta Simone Baulez,  personaje de Roberto Arlt   encargada de limpiar los restos.  Brocanteuse suena mejor que botellera… que ropavejera. La “brocanteuse” se lleva cajas y cajas de manuscritos halladas en el sótano a las que nadie había prestado atención. Pudo haber llegado el fuego para ellas, sin embargo, se “salvaron”. Cajas, libros, incluso un busto de yeso “escondido” (fácil imaginar la vergüenza, el estupor del presunto modelo  ante semejante objeto).

“Los únicos momentos que recuerdo con alivio son aquellos en los  que he deseado no ser nada para nadie, en los que he enrojecido ante la idea de dejar la menor huella en la memoria de quien sea...”



Negaciones. Emil Michel Cioran, muy a su pesar, jamás murió.