domingo, 22 de junio de 2008

Una lágrima saltarina



Lucia Joyce o la cita obligada:


Ser cita obligada no parece ser un grato Destino.
Pero allí está la hija de… Los fragmentos de…




James Joyce escribe. Su hija danza alrededor. Amores perdidos. Violencia. Destrucción que no podrá aferrarse al papel. Discursos “psicóticos” llevados al acto.


Joyce, ciego o casi (interior y exterior confundidos, ahora, en su propia persona).


Y entonces la cita: escritos de Lucia que el amoroso padre hace llegar al Doctor Jung.


- Acá le traigo los textos que ella escribe, y lo que ella escribe es lo mismo que escribo yo.


La respuesta:


- Sí, pero allí donde usted nada, ella se ahoga.




Joyce buscaba una puerta para que su hija saliera de la locura.
La buscó en el arte. Él la buscó.


Mientras tanto, Lucía (así parece) se encadenaba fuera del mundo.




“(…) Luego Nuvoletta reflexionó por última vez en su larga vidita y juntó todas sus miríadas de decisiones errantes en una. Canceló todos sus compromisos. Se trepó a la baranda; profirió un infantil y nublado grito: ¡nuée, nuée!


Un vestido luminoso agitándose, y luego ya no estaba más. Y dentro del río que había sido una corriente (porque mil lágrimas ya habían ido y venido por ella y estaba orgullosa y apasionada en la danza y su nombre limoso era Missisliffi) cayó una lágrima, una singular lágrima, la más hermosa de todas las lágrimas ( quiero decir para aquellos amantes de las fábulas de amor-llanto que se "contentan" en el tan bello tipo de cosa común y corriente que se encuentra en cualquier tienda) porque se trataba de una lágrima saltarina.
Pero el río se la llevó, bebiéndosela como si su corazón fuera un arroyo: ¿por qué, por qué, por qué? Sería tan tonto flotar, pero no, ¡no puedo quedarme!”


Finnegans Wake, James Joyce

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