martes, 13 de mayo de 2008
Atrapasueños
“Según la creencia popular, su función consiste en filtrar los sueños de las personas, dejando pasar sólo los sueños y visiones positivas, desechando las negativas.”
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Tengo una historia para contar. Una historia que se fue construyendo entre frases perdidas, imágenes sueltas, sentimientos.
A ver…
Eran las cuatro menos cuarto en el reloj de la estación…
(Sí. Eran las cuatro menos cuarto pero esta estación es mucho más pequeña que aquella que guardan mis recuerdos. Trato de buscar una explicación: el mundo infantil es infinito.)
El tren llega a las cuatro, le digo a un perro que descansa sobre los rieles abandonados…
(No responde. Tan sólo se digna a mirarme con un ojo.)
Dibujando una curva, el tren se aproxima. Se detiene. Resta buscar el rostro conocido-desconocido. El rostro del extranjero en la ciudad de los Tilos.
(Sé de una “camisa negra” que debo buscar entre las manchas descoloridas que descienden de los vagones.)
-Dejo el texto acá: la fiebre no me permite fijar la vista sobre el papel. Dónde acomodar una frase tan hermosa como “el universo nació para nosotros, seremos sus dueños”?-
Decía, entonces, que entre la gente adiviné su rostro.
Descubierto entre cientos de pasajeros, le hablé como si compartir las veredas que pisamos fuera una rutina. Un “nosotros” caminando por la avenida cuarenta y cuatro en dirección a la plaza.
(¿Viste al hombre de la bicicleta? Se bajó del tren. Vende plantas allá…)
Ahora la plaza. No está en mi naturaleza ser una “guía turística”. De hecho olvidé indicarle cual era el monumento principal de la plaza Italia. La majestuosidad del águila quedó opacada por mi caprichosa selección de curiosidades. Mascotas, panes rellenos, indios ecuatorianos. Vangelis y Moctezuma abrazados una tarde de domingo. Los atrapasueños que no compraremos.
(Vale sonreír para demostrar que es una tarde grata. Lo sabemos)
Un par de metros más y encontraremos la torre de las princesas. Soy la carcelera allí. Mezclo las piezas del rompecabezas para que nadie me encuentre.
(Para no encontrarme)
-Uf. Nuevamente la vida haciendo su trabajo. Cero tiempo para escribir cuando hay inspiración. Cero inspiración cuando hay tiempo. ¿Y el lugar para “el universo nació para nosotros, seremos sus dueños…”?-
El sol comienza a descender. Noveno… séptimo… primer piso. Llegará la noche con su luna llena mientras tratamos de descifrar los acordes de una nueva caja de música.
Caminata hacia el último tren. Cerrarán la estación hasta la próxima visita.
Efímero y eterno: dos caras de un mismo momento.
(El hombre de la bicicleta retorna a su casa con las plantas que no vendió)
Quien se va dejó de ser extranjero. Sube al vagón iluminado con este pedazo más de historia.
Me quedo parada en el andén viendo como el tren se aleja. Miro al cielo. La luna allí.
Pienso en la hermosa historia que puedo contar… Una que hable de compañía, de sentimientos, de fantasmas y brujas.
Pero para eso está él…
Yo, mientras tanto, intentaré reencontrarme con esos indios y comprarles un atrapasueños. Seguramente allí, en la tela de la araña, me esperará el universo que nació para nosotros.
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Lo propio sin verso
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