Mi árbol se llama Gatsby
lo planté para enterrar
algunos recuerdos
que amenazaban
con pudrirse
Y así como Fitzgerald
obligó a su héroe
yo le exijo al mío
que permanezca erguido
inmóvil
esperanzado por esa luz lejana.
Copia silvestre de ese mundo del jazz
alrededor de mi Gatsby
bailan cientos de pájaros
que se cuentan
sus propias historias de amor
sin reparar que el anfitrión
se marchita.
Llegada la hora
de la verdad
ni Fitzgerald
ni yo
supimos detener
ese rojo brillante del desamor
al final del muelle
y de las ramas.
P.D: Asusta un poco, la calma de este otoño.
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