Cinco años.
Releo un viejo post y,
por un momento, me olvido de la tristeza con la busqué su abandonado blog. Me río
frente a la pantalla. Sola.
Naboweb por Gabriel Báñez
Por lo
general son imágenes en turismo web: los puentes del Sena, la bruma disipándose
sobre los tejados de una Praga antigua, un campo de cerezos en Japón o el metro
de Moscú. También pueden ser mensajes en versión “buenas ondas”, “armonía
interior” o “la paz es una lucha cotidiana”. Hay de todo. Una buena parte son
chistes. O salutaciones al voleo digital para el día del amigo, de la mujer, de
la primavera, de la puesta del sol en alguna isla del Pacífico Sur o Maldivas.
Nunca en Berazategui, La
Matanza o Ezpeleta. Allí el sol no cae, lo perforan a
balazos. No se trata de correo basura o spam, se trata estrictamente de correo
para nada.
Pasa que
hay una enorme cantidad de gente concentrada nada más que en reenviar naderías
a través del correo digital. Y reenvía y reenvía hasta la extenuación,
maravillada por la foto de ese adjunto o la música tercer milenio de un gil que
toca el arpa en versión new age. Son legiones en la naboweb. Se realimentan,
proliferan y se multiplican exponencialmente. No es fácil. Hay que tener tiempo
y vocación. En los destinatarios de los mails reagrupan a decenas, centenas,
para que estos a su vez repliquen la última gastada machista, feminista o
sexista. Aburren, llegan al límite de lo insostenible.
Los
últimos datos de esta poderosa herramienta que es Internet informan que del 89
al 94 por ciento del correo que circula vía web es basura. Dentro de esta
basura, hay que clasificar. Por un lado, los rigurosos spams con el asunto
“Urgent reply” o “¡Congratulations, you are a winner”, de los que proponen
Viagra, Súper Viagra o un pene de metro y medio, con perdón de la hipérbole.
Para los que alargan, no hay filtro que valga ni anti spam posible; y si lo
hay, deja la PC
tan pesada como idiota. Poderosa pero muerta. Para los otros, qué remedio:
eliminar y eliminar. No queda otra.
El que
siempre me escribe es Ogutu Mukambe. Dice: “From the desk of Mr. Ogutu Mukambe”. Debe ser un africano importante. Me explica que gané one million
dólar, dear banez, y que debo hacer una simple transacción comercial en una
cuenta por abrir a mi nombre en el Comercial Internacional Bank de Burkina
Fasso. Un millón de dólares, nada mal. Un día de estos creo que la abro. La
verdad, ya le tomé cariño a Ogutu. Después de cuatro meses de borrarlo todas
las mañanas, estoy a punto de ceder. No por el dinero, sino para no
defraudarlo. Es que de tanto insistir e insistir, el buen Mukambe se me ha
tornado entrañable. Motor de amistad, digamos. Pasa que uno no es una basura,
mucho menos un destinatario basura. Por eso, ya me dije: el día que abra y no
lo encuentre, cierro la cuenta.
Cinco años.
P.D.: “Entendí en un
nivel intuitivo por qué la gente se mata. Si tuviera que seguir por más tiempo
con ese sentimiento, seguramente me mataría yo también”, cita el 19 de
septiembre del 2008, mi
maestro, en un texto que titula “Así de sencillo” sobre el suicidio de Foster
Wallace. Diez meses después, él
hizo lo mismo. También… así de sencillo.
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