Alguna vez intenté esperar despierta la llegada de los
reyes magos pero el sueño vencía la emoción. Abrir los ojos y encontrarse con
el balde de agua vacío, el pasto comido,
el juguete al borde de la cama generaba un sentimiento contradictorio: qué
suerte que vinieron; qué rabia no haberlos visto.
Descubrir la inexistencia
de camellos y magos cargados de juguetes
no lograron borrar esa primera contradicción. Y así, hasta hoy, todo genera sentimientos
ambiguos.
***
30 grados allí afuera. Aquí el aire es fresco. No se escuchan
disparos, ni gritos. No huele a pólvora ni a heridas sangrantes. No tiembla mi
escritorio con las prácticas de Kim Jong-un, aburrido de la “paz” mundial. No
es mía la cabeza que rueda en Arabia Saudita ni es mi hijo el pibe que aprende a ejecutar enemigos del estado islámico.
No pertenezco al gobierno que robó hasta la memoria de mi pueblo.
No trafico drogas ni protejo a proxenetas.
No me río de la miseria que sobrevuela miles y miles de callejones.
No busco venganza contra aquellos que se han burlado de mí.
***
“Escribir es crearse un mundo propio” dice Stephen King.
Anoche, en mi mundo,
sobrevivía el recuerdo de un
sueño: al costado de una escalera a simple vista interminable, un sillón. Sentado en él, un Donald Trump, despeinado a
perpetuidad, preguntando quien mierda era Simón Bolívar. Ridículo hablarle
sobre pueblos libres si aún se compran niños (y él lo sabe) cuyo precio depende
del color de la piel.
***
Contar lo que hay allí afuera es hablar de mí.
Yo, y
todas mis contradicciones.
P.D:
7 de enero, será el triste aniversario de la masacre en las oficinas del
semanario Charlie Hebdo… Y, a fe cierta, parece que nadie busca paz.
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