sábado, 19 de diciembre de 2009

Prólogo



"Un prólogo es un estado de ánimo. Escribir un prólogo es como afilar la
hoz, como afinar la guitarra, como hablarle a un niño, como escupir por la
ventana. Uno no sabe cómo ni cuándo las ganas se apoderan de uno, las ganas de
escribir un prólogo, las ganas de estos leves sub noctem susurri"

Søren Kierkegaard




Paso y me siento. Un sillón bordó junto a la ventana. Calle 54. Desde aquí se ven las torres de la catedral. Me distraigo recordando escenas que combinan realidad y ensueño.

Tose. Vuelvo desde los cimientos de la catedral hasta el sillón.

Hablo de mí. Le cuento que pasaron ya, trescientas sesenta y cinco madrugadas.
Era otro Agosto. Otra ventana. Otra música en mis oídos. La oscura voz de Till Lindeman gritaba “mein herz brennt” cuando descubrí otro brillo.



Me escucha sin gestos. Sigo.


Omito los abandonos por tratarse de la primera cita. Aprieta el lápiz sobre el anotador cuando hablo de distancias. Once mil kilómetros. Más de cinco mil millas náuticas y una soga hecha de palabras.

Le confieso algunos vicios: soportar sin drogas, sin alcohol ni sedantes todo lo que el delirio kármico me tenga reservado; fumar; reírme.
Confieso, también, mis preferencias ante el papel en blanco: dejar caer en redes de cinismo a ilusionados fabricantes de barriletes.

Percibo un pestañeo desencajado que acusa. (¿Dirá sádica?) Vuelvo, entonces, a esa otra escritura, el vasto prólogo de trescientos sesenta y cinco renglones. Irreproducible por íntimo. Un yo poético que se abandona a las sensaciones. Y mezcla coordenadas, tiempos verbales, luces. Prólogo que se lleva las mejores metáforas, todas las correspondencias baudelerianas, cada fragmento de mi imaginación.


Ahora se acomoda en su sillón. Cruza las piernas. Espera que le diga el porqué de mi visita.

Entre garabatos imagino que escribió crisis---escritor---vacío---decir---dicho.

Hago silencio hasta que se cumplen los cuarenta y cinco minutos. También él.

La catedral. Plaza Moreno. El faro del fin del mundo. El fabricante de barriletes que no sabe nada acerca de la trampa en la que caerá cuando yo deje de escribir el prólogo.


“Mmmm… Bueno”

Es tiempo. Sé que debo pagarle.

Al despedirme, me entrega un papelito amarillo: “próxima cita 22 de Agosto, 17.30 horas”

No habrá próxima mientras haya palabras. Lo sé. Lo sabe.







La imagen es del artista Gastón Viñas
http://www.grapevineindustries.com/

1 comentario:

Z.A. Feitosa dijo...

Gracias, muchas gracias! Que el 2010 sea de muchas bendiciones y éxitos. Fuerza y luz!
Z.A. Feitosa - www.feitosa.net