domingo, 21 de junio de 2015

Espera la primavera, Jota






Cinco grados. Sensación térmica: cero, gracias al viento del sur. Desayunaremos invierno.

Y está bien. Todos los junios de mi vida  han estado cubiertos por la escarcha y por el anhelo de sentarme  bajo el lánguido sol a calentar mis manos.

Respiré tanta niebla…


Hay un  Sahara  entre este hoy  y esa fiesta de cumpleaños que vuelve a la memoria.
Esperaba a  mis compañeros en la puerta de la casa. Zapatos negros de un charol impecable y medias blancas. Había llovido y el jardín era un pequeño pantano. Uno de los globos, el más brillante, se soltó del montón y voló hasta el medio de un charco. No sé  por qué corrí tras él. Todo había desaparecido. Mis compañeros, mis zapatos, el barro. Solo el globo, el más brillante, queriendo volar  y yo, deseando atraparlo. Lo conseguí. Cuando me di cuenta  mis zapatos se habían hundido en un barro espeso. Inevitable la culpa y el miedo. Inevitable, también, la dicha.  

Ahora que, por mi parte,  ya no tengo cuestiones pendientes con mi destino, elijo cuándo y dónde embarrar mis zapatos. Pero no es igual.


Tres meses hasta que llegue la primavera.  


- Otro  café, Bandini? 

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