Hubo un tiempo en el cual mitos
y dioses no eran menos reales que la copa de vino o el pedazo de pan. Tiempo de
personas convertidas en flores, en aves, en cenizas de alas-pegadas con cera-
esparcidas sobre el mar.
También hubo un tiempo de
hadas y duendes custodiando bosques. De espíritus invocados alrededor de una
hoguera aun cuando, a lo lejos, se
escuchara el incesante estallido de los cañones.
De ese pasado no queda
nada. La magia de hoy es este abrazar la
realidad, semejante a un inmenso palo borracho, y pretender cambiarla sin
importar cuánto nos lastimarán sus espinas.
2 comentarios:
¡Volviste, querida amiga! Qué bueno. :)
Vine a quitar las telarañas ;)
Me gusta este rincón. Gracias por estar ahí, Jorge!
Te quiero.
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