viernes, 15 de abril de 2016

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Haec, inquit, ego non multis, sed tibi…

Solo una araña melancólica interpelándome  a través de una confusa y laboriosa tela:
-Y si ese jardín de la niñez no hubiese tenido un pequeño jazmín cada verano...Y si ese tren no hubiese llegado vacío a la estación…Y si  alguien hubiese contestado el teléfono…Y si no te hubieses obligado a sonreír ante cada cachetazo del destino, ¿Serías capaz de escucharme?
Balbuceo.
Insiste y redobla su dosis de veneno.
-¿Buscaste esta soledad?
Yo, que aprendí a interpretar los signos de la cobardía tallados en las proas que navegan a millones de años luz y, también, los fabulosos silencios, le contesto: 
-¿Qué soledad? Mis acompañantes jamás se anuncian con campanadas; Entran, invaden, huyen o se acomodan en algún rincón, para siempre. Soy como el viejo piano llovido y llorado por Chopin esperando la oportunidad para resucitar una balada. Y vos, una compañía más.


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