Salgo. Son los once de la noche y la calle se durmió.
Todo está tan peligroso que dejo mi celular sobre la mesita blanca. Necesito pensar.
No te rías ¿eh?
Hace años que no hago más el balance clásico de excel pero me vi los ojos y no son los mismos.
Creí que los alfileres del invierno habían cicatrizado pero no. Mi cuaderno de notas se ahogó con las tormentas de agosto. Glu-glu-glu... es la última frase.
(Te lo dejo también, en la misma mesita)
¿Te acordás de la persiana de calle 9? Ilusión de brillo y luz del otro lado. Girar. Buscar. Intentar.
Vuelta de campana una vez más.
¿Te acordás de las otras persianas?
Esas que mostraban cientos de mundos extraños. Lejanos. Muy lejanos. Carteles de clausurado salvo los lugares que se animaron a suspender reglas de espacio-tiempo.
Sé lo que pensás...
“estabas mucho peor: te dolía la muela y te habían cortado por la mitad”
(vos, robando frases ajenas, como siempre)
Esta noche no quiero que me lo digas. No voy a dejar que me lo digas, por eso salgo.
Y no sé si vuelvo mañana.
Y no sé si vuelvo. Total, hice y deshice tantas veces las bolsas con ropa y con libros.
Eso sí. Te dejo todo lo que no conseguí para que lo intentes vos.
Salgo.
Un beso.
YO
1 comentario:
Se ve distinto, no es cierto?
Se siente distinto...
Gracias por venir hasta aquí y por cada uno de los abrazos que me diste.
:) Ya sabés... Nos vemos!
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