* Saldrá de su casa.
Caminará hasta la esquina. Vendrá un auto que la obligará a subir. Le taparán
la boca. La encerrarán en una habitación con las ventanas clausuradas. La
dormirán un poco para que no esté demasiado nerviosa. Le darán de comer. Le dirán
que pronto se va a ir a su casa. Una semana así. Algo saldrá mal. Se hará de
noche (la última noche) apagarán el último
foco
y la asfixiarán.
Más o menos así, podrá
pasar la próxima vez. Más o menos así pasó, por estos días, en una ciudad de Argentina. Trama muy cliché en Latinoamérica. Una mierda sin ficciones.
Una pesadilla high definition vista por miles y miles de
televidentes.
Un fracaso. Una muerte
cruda. Un vómito infinito. Un enjambre de anormales capaces de darte de comer y
dejarte, hasta la muerte, sin aire. Pero antes, eso sí, capaces de decirte buenas noches.
Una deuda pendiente para
siempre. Un signo más de esta espléndida decadencia que atravesamos como seres humanos.
Con gusto cederé mi
ración de tiempo si es cierto eso de la famosa
lluvia que todo lo lava, que todo lo
purifica… que venga nomás y nos destruya.
Que por fin seamos la civilización
perdida.
Aunque las “ratas” han
demostrado, siglo tras siglo, que saben nadar.
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Candela Sol Rodríguez.
Salio de su casa el lunes 22 de agosto. Feriado aquí. Nunca volvió.
Si ajuste de cuentas,
si secuestro extorsivo, si diversión…
No sabemos demasiado pero
la única certeza carcome cualquier idea
que se tenga de alma:
Hay un asesino (o miles) ahí
afuera, esperando…
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