martes, 24 de marzo de 2009

Cuando cerramos las ventanas...


24 de Marzo 1976-24 de marzo 2009. 33 años de una noche que no se debe olvidar.


En la memoria...







El primo Ezequiel también pudo haber sido un buen veterinario. Tenía la ventaja de vivir en La Plata, en una pensión cercana a la facultad. Pero el destino es tan caprichoso que una mañana apareció en casa con un bolso y dos cajas. Tía, me puedo quedar unos días.
Mi abuela sabía que nuestra casa o una madriguera en medio del desierto eran lo mismo cuando alguien se propone encontrarte. Sin embargo, usó un pichón, como no te vas a poder quedar, que suavizó el exilio. Imaginó en los ojos del sobrino el pedido de auxilio de su hermano menor.

En esa época, de velorios televisados, filas sinuosas de dolientes y mujeres de rodete haciendo las valijas, las persianas de casa ya no se abrían.


Ocupaba la pieza del fondo, junto al gallinero. Durante el día no se lo veía pero se escucha las interferencias de una radio y una canción hasta el fastidio:

“ ... piensa que la alambrada sólo es/un trozo de metal
algo que nunca puede detener /sus ansias de volar .
... marchaba tan feliz que no escuchó/ la voz que le llamó
y tendido en el suelo se quedó /sonriendo y sin hablar
sobre su pecho flores carmesí brotaban sin cesar.
libre como el sol cuando amanece/ yo soy libre como el mar,
libre como el ave que escapó de su prisión/y puede al fin volar
libre como el viento que recoge mi lamento y mi pesar
camino sin cesar /detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin la libertad.”

Por las noches, la misma voz aguda repetía que había más informaciones para este boletín. Él practicaba una serie de ejercicios con cuchillos, enfrentado a su sombra. Cantaba imitando la queja boliviana“ Si el ámo me mánda ala mína no voy io no quíero morírme de un socavón”.

Unos días antes de que el primo nos dejara llegó al barrio un camión del ejército. Golpearon en la casa de la peluquera. Todos salimos a mirar. Intentaron sacar a Dany, el hijo menor, a los empujones. La madre lloraba. Dany estaba en calzoncillos y se agarraba del alambrado de la casa vecina. Nunca lo habíamos visto así, revoleaba los ojos y gritaba Satán, Satán. Apareció en la escena el médico de mi mamá y ahí nomás, sobre la vereda, le puso una inyección. Lo llevaron adentro y el camión se fue. Danielito se volvió loco, decía la madre, no puede ir a la colimba.


Creí que al primo le había pasado lo mismo. Cuando me levanté ya no estaba. La pieza quedó destrozada. Otra vez el destino caprichoso y mi abuela adivinando los por qué. Primero dudó de todos los vecinos (lo acertada que estaba) aunque su sospecha se centrara en el tano Yilmo, el único que sabía de nuestro huésped y el que siempre vigilaba. Después limitó su mirada a mis movimientos, como un perro que trata de justificar los golpes del amo. Nunca le dije a la abuela que la almacenera me había preguntado si vivía alguien con nosotros. Tampoco le confesé que por la información me había regalado dos AERO grandes, aunque sospecho que siempre lo supo.

2 comentarios:

marie dijo...

y es muy duro el tuyo,julieta,pero de una sensible belleza. gracias por hacerme acordar de tí.seguiré pasando.un beso

Julieta dijo...

Gracias Marie por la visita!!!

No actualizo seguido pero me gusta ver por dónde van los demás!!!


:)


Un beso!