Haec, inquit, ego non multis, sed
tibi…
Solo una araña melancólica
interpelándome a través de una confusa y
laboriosa tela:
-Y si ese jardín de la niñez no
hubiese tenido un pequeño jazmín cada verano...Y si ese tren no hubiese llegado
vacío a la estación…Y si alguien hubiese
contestado el teléfono…Y si no te hubieses obligado a sonreír ante cada
cachetazo del destino, ¿Serías capaz de escucharme?
Balbuceo.
Insiste y redobla su dosis de
veneno.
-¿Buscaste esta soledad?
Yo, que aprendí a interpretar los
signos de la cobardía tallados en las proas que navegan a millones de años luz
y, también, los fabulosos silencios, le contesto:
-¿Qué soledad? Mis acompañantes
jamás se anuncian con campanadas; Entran, invaden, huyen o se acomodan en algún
rincón, para siempre. Soy como el viejo piano llovido y llorado por Chopin
esperando la oportunidad para resucitar una balada. Y vos, una compañía más.
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