viernes, 22 de enero de 2016

Trip: Mendigos




El  planeta está repleto de mendigos.

Son tantos y tan comunes a la vista que nadie repara en ellos.

Son como las gaviotas en Roma o los gorriones en París. O los escombros en Raqqa.

Son como las cartas de amor, sin abrir, en un buzón de correo.

Son un spam.


Invisibles a fuerza de repetición. 



*Roma, noviembre de 2014

miércoles, 13 de enero de 2016

Maté un mosquito



El sillón presupone el cuerpo humano, sus articulaciones y partes; las tijeras, el acto de cortar. […]Si viéramos realmente el universo, tal vez lo entenderíamos.

There are more things, Jorge Luis Borges


Maté un mosquito. Imagino que la sangre que llevaba en sus entrañas  es mía. No veo a nadie más por aquí y todas las ventanas están cerradas desde muy temprano. Aunque no recuerdo que me haya picado. Supongo, entonces, que me picó y yo - como siempre- distraída, no me di cuenta. Así, en segundos, fabrico un recuerdo (la picadura) que justifica este presente (la sangre del mosquito en mi mano)

¿Cuántas veces hice esto a lo largo de mi vida?

Son las dos de la madrugada. Faltan tres horas y media para los primeros signos de luz. Me gusta la vigilia. Prefiero pasar la noche despierta y acostarme cuando las cortinas dejan de ser  plumas de cuervos para convertirse en  mar reflejando luna llena. Apoyar la cabeza en la almohada y tratar de comprender sobre qué temas discuten los pájaros- porque, ostensiblemente, discuten-. Y en esa discusión me duermo, olvidando el miedo a la oscuridad y al silencio. 

Quizá, como la picadura  del mosquito –ya cadáver absorbido por el universo- el viejo sueño al que señalo como culpable de mis trasnoches nunca existió  y dormir  toda la niñez con un martillo bajo la almohada tenga otro motivo. O ninguno.
Pensarlo es mirar  una fotografía.
Mi abuela y yo, en el living. Sentadas en el sofá (dos cuerpos, de brocado verde oliva), solas, como siempre. Frente a nosotras un espejo inmenso y hacia la izquierda una puerta. Una puerta que jamás se abría pero que en ese instante se abrió para darle paso a  la silueta, alta, robusta, de un hombre. Cerré los ojos.  Nada más. Despertarse y temblar y pensar en cómo defenderse a partir de ese momento. Creer en la  terrible magia de que los sueños se pueden convertir en realidad.  Entonces surgió el martillo  bajo la almohada y esperar a que la luz se filtrara por las persianas.
Inventado o soñado es el recuerdo más nítido  que conservo y nunca he podido aplastarlo hasta hacerlo desaparecer.
Es más: mi eterna madrugada, su consecuencia.

Yo no te entiendo me dice un compañero . ¿Tanto te gusta la noche?

Jajaja 

sábado, 9 de enero de 2016

Cerrar ventanas





[Superada por otras redes sociales, la plataforma creada en 2002, pionera para compartir fotos, fue dada de baja. Llegó a tener 20 millones de usuarios en el mundo]

Es una tontería creer que los sitios virtuales tienen la misma entidad que tu habitación o el pequeño jardín donde perseguís hormigas.  Solo un estúpido percibe esa irrealidad como una ventana más que se abre, indiscriminadamente,  hacia la vida de otro.
Reconozco haber vivido esa estupidez.  Admito haber creído que una fotografía o  un comentario trazaban una línea sin fin hasta algún desconocido.
¿Acaso los sentimientos que  “esa” foto o   “esas” palabras generaban en mí eran una etapa más de este mundo artificial en el que nos metemos día tras día?
¿Acaso daba lo mismo la ausencia o la presencia de ese otro, al que deseábamos incorporar en nuestro universo?
No lo creo. He visto la invasión de la privacidad, el hostigamiento, la burla; pero también he visto la dicha, la sorpresa, la sabiduría. He visto como se cubrían los baches dejados por la soledad mal habida.  Quién no ha sido un stalker de lo amado…

No es que todas las personas hayan cambiado sus relaciones virtuales por un café compartido o una caminata por la costanera. Cada día se suma una nueva plataforma donde interactuar.  Un mundo hiperconectado y los “YA” a todo tipo de requerimiento. Sucede que en esa inmediatez, en esa capacidad virtual de fotos y comentarios ilimitados, incluso volátiles, una antigüedad como FOTOLOG.COM  no tiene cabida.
Lo máximo que la gente parece tolerar de espera son los 20 minutos para recuperar vidas en el Candy crush. Con fotolog había que esperar al día siguiente para poder acceder a una nueva foto salvo usuarios “gold”(pagos) que podían postear seis fotos en el día.
Fotolog ha muerto… tiene cientos de sustitutos capaces de alojar nuevos momentos de la vida pero, por mi parte, se lleva  uno de mis mejores perfiles. Al fin de cuentas, compartía con Emma Bovary la búsqueda permanente del Amor  (sin nombres, sin rostros)





P.D.: Quizá también le llegue la muerte a Facebook. Si esto sucede, la red será un cementerio de amistades jamás concebido.

miércoles, 6 de enero de 2016

Enero 6. Camellos reciclados.




 Alguna vez  intenté esperar despierta la llegada de los reyes magos pero el sueño vencía  la emoción. Abrir los ojos y encontrarse con el  balde de agua vacío, el pasto comido, el juguete al borde de la cama generaba un sentimiento contradictorio: qué suerte que vinieron; qué rabia no haberlos visto.
 Descubrir la inexistencia de  camellos y magos cargados de juguetes no lograron borrar esa primera contradicción. Y así, hasta hoy, todo genera sentimientos ambiguos.

***
30 grados allí afuera. Aquí el aire es fresco. No se escuchan disparos, ni gritos. No huele a pólvora ni a heridas sangrantes. No tiembla mi escritorio con las prácticas de Kim Jong-un, aburrido de la “paz” mundial. No es mía la cabeza que rueda en Arabia Saudita ni es mi hijo el  pibe que aprende a ejecutar  enemigos del estado islámico.
No pertenezco al gobierno que robó  hasta la memoria de mi pueblo.
No trafico drogas ni protejo a proxenetas.
No me río de la miseria que sobrevuela  miles y miles de callejones.
No busco venganza contra aquellos que se han burlado de mí.

***
“Escribir es crearse un mundo propio” dice Stephen King.
Anoche, en mi mundo,  sobrevivía  el recuerdo de un sueño: al costado de una escalera a simple vista interminable, un sillón.  Sentado en él, un Donald Trump, despeinado a perpetuidad, preguntando quien mierda era Simón Bolívar. Ridículo hablarle sobre pueblos libres si aún se compran niños (y él lo sabe) cuyo precio depende del color de la piel.

***
Contar lo que hay allí afuera es hablar de mí.  
Yo, y todas mis contradicciones.


P.D: 7 de enero, será el triste aniversario de la masacre en las oficinas del semanario Charlie Hebdo… Y, a fe cierta, parece que nadie busca paz.