sábado, 7 de julio de 2018

Trip: una ruta sobre la superficie de los cuadros.










Rostros desconocidos indagando el engranaje de un reloj. Afuera, sol de invierno.
 Pararse frente a un cuadro y sentir la textura del óleo aún sin poder tocarlo.
¿Miles de kilómetros solo para eso?
Sí.  Miles de kilómetros nada más – y nada menos- que para eso.
Trato de recordar. ¿Cómo llegué a esta fascinación? ¿Cuándo empezó este delirio de sentirme parte de un mundo ajeno?
¿Fueron los girasoles o los cuervos? ¿Fueron las cartas a Theo? ¿Fue la tristeza de esas sillas en una pieza alquilada?  ¿Fue Kirk Douglas suplicándole  a Anthony Quinn en esa vieja película de la Metro?
- Por favor, Paul, no te vayas, si supieras lo solo que estaba antes de que vinieras…
- Conozco muy bien la soledad, solo que yo no me quejo.
  Los museos más importantes, un formidable merchandising, millones de euros, millones de ojos y, sin embargo, Vincent jamás dejará de ser el holandés, loco y pobre que lloraba al pintar.
Hoy me duermo a orillas del Ródano contando las estrellas de una Osa Mayor que sólo existía en la imaginación de Van Gogh. Despierto, y las estrellas siguen allí. Es una simple copia sobre cartulina pero qué importa.
¿Cómo llegué a esta fascinación?

Museo de Orsay, marzo 2018


miércoles, 11 de abril de 2018

Trip 2018: Valldemosa







Hay un ómnibus que parte del centro mismo de Palma y te conduce hasta Valldemosa, bordeando el precipicio.  Es el 210 y su conductor oficia de guía turístico. Sigo su consejo y me acomodo en el primer asiento.
Primer parada: Sóller. Todos los cerezos están florecido aunque el invierno no quiera resignarse. Continuamos  subiendo la Serra de Tramuntana  entre curvas imposibles, terrazas y construcciones que se van haciendo cada vez más pequeñas.
Segunda parada: Deyá. “Un refugio para muchos artistas… Aquí ha vivido Robert Graves” me señala esta inesperada Wikipedia sosteniendo el volante sólo con su mano derecha.
Última parada. “Valldemosa es un pueblo famoso porque vivió Chopin, un invierno y por las cocas de patatas. Que disfrutéis el viaje”. Le di las gracias y lamenté no poder seguir conversando.
Son las cinco de la tarde, está nublado y las calles van quedando desiertas. Las nubes están ahí nomás y, quizás, si me estiro un poco… pensamiento infantil pero ¿Por qué no?
Camino hacia la Cartuja. El nombre de Chopin escrito una y cien veces. Su perfil. Pienso en lo que significa su música para mí cada día, cuando estoy sola, en mi cocina, a 12.000 kilómetros de esta calle.  Pienso en ese invierno de 1838 cuando George Sand escribía mientras Frédéric veía caer la lluvia. El  sonido del viento, otras nubes similares a éstas, los mismos precipicios.  Pienso en algunos de mis sueños cumplidos.
Oscurece. Es hora de regresar, un poco más completa.

P.D: Cuentan que  ni el piano ni la celda que se muestran son los verdaderos.  Anécdotas que no modifican los preludios.

jueves, 29 de marzo de 2018

Trip 2018: Lisboa






La estación Oriente resplandece en la madrugada de Lisboa. Un gigante de acero que observa   mis pasos y  escucha mi pregunta “¿Qué hago acá?”
Pendientes infinitas. Adoquines. Tranvías blancos y amarillos cruzando la ciudad de cara al río. A lo lejos un caserío multicolor de tejas rojas y diversas alturas  que se abre a la vista como si fuese  un libro troquelado.  Azulejos decorando los frentes, barberías, antigüedades y sardinas en conserva. Todo en la misma línea visual. Y en ese todo la silueta de Fernando Pessoa.
Sólo es cuestión de sentarse  a escuchar fados  o esas  historias de navegantes que ñao tem fim.  
Muito obrigado.


lunes, 29 de enero de 2018

verde

  

Les falta madurar. Cuando la piel se les ponga amarilla será el momento. También madura la culpa transformándose en un ajedrez de causas y efectos. Madura la pena hasta la orilla de la resignación. Madura el rencor hasta la misericordia. Madura la tormenta hasta convertirse en un breve charco. Madura el amor hasta la mano extendida sin pedir nada a cambio. Todo madura. Sólo es cuestión de paciencia.


sábado, 6 de enero de 2018

cartas


Queridos Reyes magos: No sé si saben quién soy. Hace muchos años de esto, de todos modos no dejo de recordarlo. Yo  quería una coneja de peluche y les escribí una carta– en realidad  copié lo que mi abuela había escrito- pidiéndosela a ustedes. Puse la carta en el patio junto a los zapatos,  un poco de pasto y un balde de agua fresca para los  camellos fatigados. Todo estaba perfecto. En breve, ustedes comenzarían el recorrido pero, por esas cosas del terrible azar,  fui a buscar un abrigo al viejo ropero. Allí estaba la coneja envuelta en papel celofán. Fue un segundo…Cerré el ropero y no dije nada. Me quedé mirando el cielo buscando la estrella errante como si nada hubiese sucedido… ¿Acaso la creación de bellas ilusiones no es compartida?
Gracias igual por esa existencia sin mandamientos, ni encíclicas papales, ni masacres en el Medio Oriente. Gracias por la mirada, Baltasar.
Julieta