martes, 14 de julio de 2009

Me Llora la memoria

Entonces fue cuando empezó a llorarme la memoria sin ninguna explicación” Gabriel Báñez (1951-2009)




No sé escribir semblanzas y hace días que el puto segundero del cursor me está esperando en el margen, porque no sé por dónde empezar, porque no sé qué decir, porque no quiero corregir.

Conozco su respuesta: “entonces, hacé silencio”



Sí, debería (Y Él se alegra de ver irreverencia, falla, choque de sentidos e incongruencias) pero me llora la memoria y no tengo, ni nunca tuve, otro modo de salir de la escala de grises que no sea escribiéndoME.



Martes- Báñez. Una diagonal atardecida con gusto a café. Temblaba, yo, cuando le ofrecía algunas de mis historias. Generoso, él, se limitaba a indicarme pequeñas sutilezas. Todos mis personajes respiraron su talento.
No hay escena de “shhh…” ni de “Pudo ser tu mascota” que mi imaginación creara sin contemplar la posibilidad del juicio de sus ojos.


Vuelvo al segundero mientras pienso en sus palabras “a la gente le gusta leer sobre otras profesiones (…) una voz que describa detalles específicos da verosimilitud (…) “¿No te pudre leer siempre sobre la vida de escritores?”


Los muertos desentonan” es eso. Una novela en obra que intenta (¿intentaba?) mostrar lo que queda flotando en ESTE mundo tras la muerte. No cualquier muerte, sino la muerte desquiciada, la que esconde las causas entre sus pliegues, dejándonos perplejos.

Releo la primera escena y la cadavérica verosimilitud haciendo estragos. El pudor ( me parece oír su carcajada) no me deja copiar y pegar ese inicio.



Ambiente Bañeciano (Becerra dixit). Lo patético y su resplandor.


No encuentro la palabra justa para el sentimiento. ¿Angustia? ¿Melancolía?

Orfandad.
Orfandad es la palabra.


Se lo dije en varias oportunidades:

- No sé si lo ofendo o lo halago diciéndole que quisiera escribir como usted, prof.

- Yo no soy profesor ni maestro de nada. Apenas puedo con mi propia voz. Ahora que si me querés hacer caso seguí el consejo de Montherlant escribí como si estuvieras muerta. Vos sos tu peor enemiga.


Báñez me obsequió una identidad. Descubrió en mí esa “tara” que nos agrupa… Ese ir por la vida robando pasajes de vidas ajenas. Robándonos a nosotros mismos los sentimientos y los pensamientos para luego contar historias. Él llamó a todas mis alucinaciones, a todas mis voces, a todas mis palabras Escritura y, el que escribe, lo haga con mayor o menor técnica, con mayor o menor vuelo, es ESCRITOR.

Orfandad.

Quisiera hacer malabares con los recursos literarios que son, según él, recursos de existencia. Quizá me salven de la caída inevitable.


Ya sin café ni atardeceres en la diagonal. Sin el guiño de estilo ni personajes nuevos.

Ahora sola.

(…)


Perdón. Corrijo. Y cuando corrijo lo descubro.

(Releo el texto. Una pavada, un detalle que lo trae desde donde esté:… no usé ningún –mente- porque, precisaMENTE, él, los odiaba.)



No. Está visto: Nunca se irá.




"No se preocupaba Báñez del descrédito de los medios mayoritarios platenses. Lo vivía de manera cotidiana. Y hacía bien. Cómo preocuparse por quienes ante su muerte (ante la muerte de un escritor, el mejor de La Plata, uno de los mejores del país) ningunean la nota de la tapa, como hizo El Día (diario en el que, además, como si fuera poco, dirigía el suplemento literario). O la mandan a policiales, como hizo Hoy (creyendo que la forma en que muere un escritor, el mejor de La Plata, uno de los mejores del país, determina si va en una u otra sección)"
Miguel Russo.


Gabriel Báñez: Escritor platense nacido en 1951. Se cansó de escribir la semana pasada clausurando su voz. Julio de 2009.
“Parajes”, “El Capitán Tresguerras fue a la guerra”, “El Curandero del Cuarto Oscuro”, “Virgen”, “Hacer el odio”, “El circo nunca muere”, “Los chicos desaparecen” “Paredón, Paredón” “Cultura” y “La cisura de Rolando”… Personajes y situaciones que conformaban su mundo. Un mundo de fisuras. De Cisuras.







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