Por
breves instantes no hubo nada más que una melodía acariciando el corazón.
Todos
conservamos el recuerdo de una rosa.
Goran
Brevogic, Buenos Aires, 27 de abril de 2016.
viernes, 15 de abril de 2016
Haec, inquit, ego non multis, sed
tibi…
Solo una araña melancólica
interpelándome a través de una confusa y
laboriosa tela:
-Y si ese jardín de la niñez no
hubiese tenido un pequeño jazmín cada verano...Y si ese tren no hubiese llegado
vacío a la estación…Y si alguien hubiese
contestado el teléfono…Y si no te hubieses obligado a sonreír ante cada
cachetazo del destino, ¿Serías capaz de escucharme?
Balbuceo.
Insiste y redobla su dosis de
veneno.
-¿Buscaste esta soledad?
Yo, que aprendí a interpretar los
signos de la cobardía tallados en las proas que navegan a millones de años luz
y, también, los fabulosos silencios, le contesto:
-¿Qué soledad? Mis acompañantes
jamás se anuncian con campanadas; Entran, invaden, huyen o se acomodan en algún
rincón, para siempre. Soy como el viejo piano llovido y llorado por Chopin
esperando la oportunidad para resucitar una balada. Y vos, una compañía más.
Beatrice luce un par de Louboutines blancos. Tacones
de doce centímetros que apenas replican
en las escaleras de mármol. Dante la acompaña dos escalones más abajo. Huele a orquídeas
negras con notas de euros.
Paraísos fiscales. Cuando las estrellas fijas solo les
importan a los pobres soñadores.
Dinero privado y dinero público: todos los billetes en
los mismos canastos de la lavandería global.
Mientras tanto, en el infierno terrestre, te cobran
impuestos con el hambre de tu madre, el dengue de tu amigo, un misil en el
hospital público. Pagas los impuestos comprando pan y leche o tratando de
rescatar el cadáver de un niño ahogado en la playa.
El efecto mariposa es este polvillo de miseria cada
vez menos selectiva que cae sobre nuestras cabezas mientras los intocables
suben a sus helicópteros en la cima del Burj
Al-Arab.
¿Cuántos “papers” más soportaremos los infernícolas,
mansamente?