martes, 6 de junio de 2017

veredas




  Me he mudado tantas veces que no podría aventurar el número de puertas de calle con sus respectivas veredas que me tuvieron esperando, no sé  bien qué, pero esperando. De pie, al sol, bajo la lluvia, sentada como un indio sin fogata ni antepasados. Fueron tantas. Pero hay una vereda imposible de olvidar. Sería capaz de reconocerla  desde Júpiter, si existiese la posibilidad de mirar desde allí y me acompañaran estos ojos cansados.  La única vereda donde vi nacer escaleras que iban del infierno al cielo.  La única vereda donde escribí nombres en corazones de tiza. La única que me esperó, muchísimos años después, sólo para preguntarme cómo habían quedado las cicatrices de mis rodillas… y las de mi alma.

No hay comentarios: