miércoles, 13 de enero de 2016

Maté un mosquito



El sillón presupone el cuerpo humano, sus articulaciones y partes; las tijeras, el acto de cortar. […]Si viéramos realmente el universo, tal vez lo entenderíamos.

There are more things, Jorge Luis Borges


Maté un mosquito. Imagino que la sangre que llevaba en sus entrañas  es mía. No veo a nadie más por aquí y todas las ventanas están cerradas desde muy temprano. Aunque no recuerdo que me haya picado. Supongo, entonces, que me picó y yo - como siempre- distraída, no me di cuenta. Así, en segundos, fabrico un recuerdo (la picadura) que justifica este presente (la sangre del mosquito en mi mano)

¿Cuántas veces hice esto a lo largo de mi vida?

Son las dos de la madrugada. Faltan tres horas y media para los primeros signos de luz. Me gusta la vigilia. Prefiero pasar la noche despierta y acostarme cuando las cortinas dejan de ser  plumas de cuervos para convertirse en  mar reflejando luna llena. Apoyar la cabeza en la almohada y tratar de comprender sobre qué temas discuten los pájaros- porque, ostensiblemente, discuten-. Y en esa discusión me duermo, olvidando el miedo a la oscuridad y al silencio. 

Quizá, como la picadura  del mosquito –ya cadáver absorbido por el universo- el viejo sueño al que señalo como culpable de mis trasnoches nunca existió  y dormir  toda la niñez con un martillo bajo la almohada tenga otro motivo. O ninguno.
Pensarlo es mirar  una fotografía.
Mi abuela y yo, en el living. Sentadas en el sofá (dos cuerpos, de brocado verde oliva), solas, como siempre. Frente a nosotras un espejo inmenso y hacia la izquierda una puerta. Una puerta que jamás se abría pero que en ese instante se abrió para darle paso a  la silueta, alta, robusta, de un hombre. Cerré los ojos.  Nada más. Despertarse y temblar y pensar en cómo defenderse a partir de ese momento. Creer en la  terrible magia de que los sueños se pueden convertir en realidad.  Entonces surgió el martillo  bajo la almohada y esperar a que la luz se filtrara por las persianas.
Inventado o soñado es el recuerdo más nítido  que conservo y nunca he podido aplastarlo hasta hacerlo desaparecer.
Es más: mi eterna madrugada, su consecuencia.

Yo no te entiendo me dice un compañero . ¿Tanto te gusta la noche?

Jajaja 

2 comentarios:

Franz dijo...

Te espero a las diez.

jotaVe dijo...

;) aunque parezca que llego tarde a la cita, no es así!!! Siempre, siempre estoy con vos, Francin! Acordate que fundamos Nueva Huerva!

Te adoro!